miércoles, 17 de agosto de 2016

Redada:


Con sus coces de acero llamaron a la puerta.
Desde el otro lado de la casa,
Un niño llora desgarrando su garganta
en un millón de diminutas campanas.
Y un manojo de estorninos de cristal
fluyeron de sus lágrimas.
Las ancianas en el comedor van tejiendo las angustias
con afiladas manecillas de reloj.
En la habitación solloza una adolescente
con el corazón entre las manos.
Y un silencio de plomo resonó entre las paredes muertas,

Con sus coces de acero atravesaron la piel de la madera,
Y como bestias negras entraron
Rompiendo los jarrones y las macetas.
Mordieron con sus dientes de caucho
la frente del perro que ladra con amapolas en la boca.
a su paso fueron dejando huellas de negra muerte
y corazones deshojados.
En un rincón oscuro,se vuelve estatua viva el niño.
Congelado por sus lágrimas.
Al ver como su hermana dejaba de ser niña
Y se convertía en una mariposa ensangrentada.
El niño con la palma de su mano limpiaba
los restos de la angustia que dejo su hermana
sobre la blanca sabana.
Las seis bestias reían  mientras lamían
con sus lenguas de acero
el vientre de la doncella deshonrada.

Seis bestias entraron,en la habitación donde se ahoga el llanto.
Y con sus duras astas negras atravesaron las paredes
donde se ocultan corazones, cuyos latidos suenan
como tambores de ceniza en un pecho calcinado.
Seis bestias que arañaron con sus uñas de metal,
Las entrañas del perro que ladraba con amapolas en su boca.
Y que  ahora guarda en su garganta,
el duro espino de la muerte clavado en sus encías.
Seis bestias,que fueron seis hombres todos con charol negro.
Todos con martillos de fuego,golpeando los cráneos
y las sienes de los viejos.

En la oscura cocina. Iluminada tan solo
por el reflejo temeroso de la luna a través de las rendijas.
la mitad de las mujeres rezan plegarias
a un rosario de secas lágrimas.
Un rosario cuya cruz son dos gotas de sangre entrelazadas.
Y cuyo cristo llevas por clavos,
Las yuntas de los bueyes y los aperos de labranza.
Mientras las otras seguían tejiendo sus angustias,
con las afiladas manecillas del reloj.
De aquel reloj que fue testigo mudo
de la quema de poemas.
De la sangre goteando por la bandera.
Y del retrato de Azaña que agonizaba en el suelo
con la  frente perforada.

En medio del silencio seis campanadas sonaron.
Como seis gritos enquistados.
Y las bestias del asta negra salieron de la casa
dejando su huella de caliente plomo
marcada sobre el suelo de terrazo.
Marcada sobre la piel,y sobre los huesos.
Sobre las blancas paredes,y sobre el pozo blanco.
Y un rastro de sangre fluyendo por las escaleras que daban al patio.
Seis fueron las bestias que entraron a desuello.
Seis los fueron los muertos.
Y seis las campanas de sangre que sonaron
aquel instante funesto.
En el que miedo con sus coces de acero
llamo por primera vez a la puerta,
Y el tiempo se ahogo en su propio silencio.

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